HISTORIA DE UNA FOTOGRAFÍA

EL ARTÍCULO DE PAQUI LIMORTI EN EL VEÏNAT.

A raíz de la publicación del libro, Azorín y El Casino de Monóvar, que vio la luz el pasado día 7 de julio, tuvimos ocasión de descubrir al autor de la fotografía que ilustra su portada. Es una foto en blanco y negro que guarda El Casino de Monóvar desde el año 1948.

Al visionar la fotografía por el reverso apareció una firma con el diseño modernista: Alfonso Fotógrafo. Estudios: Av. José Antonio, 20. García Morato, 38. Madrid. En el cartón que la encuadra por delante, una dedicatoria: Al Casino de Monóvar, en recuerdo de gratas horas. Azorín. Madrid 1948.

En ella vemos a Azorín recostado en un sillón, de perfil, pulcramente vestido, como siempre, y con un libro en las manos.

Comienzo la investigación para saber quién la trajo hasta aquí. En esas fechas el Presidente del Casino era don Alfredo Quiles Quiles que lo fue durante los años 1948 y 1949. Me pongo al habla con Primitivo Quiles Pérez, hijo de Primitivo Quiles Quiles que fue hermano de Alfredo y le pregunto:

– ¿Don Primitivo, ha oído usted en su familia la historia de que su tío, el Presidente del Casino y hermano de su padre, viajó a Madrid para ver a Azorín y éste le regalo la foto que se encuentra hoy en El Casino?

Por desgracia él era pequeño en esas fechas y no recuerda ese dato así que seguiremos el camino de la lógica y supondremos la llegada al Casino de la fotografía de esa manera ya que Pepe Payá nos dijo que un presidente del Casino, en una visita a Madrid, fue obsequiado con la misma.

De la firma que hemos visto en el reverso, “Alfonso Fotógrafo”, hemos podido averiguar la importancia de este Estudio en el Madrid de principios del siglo XX y hasta finales del mismo.

A partir del siglo XIX los recuerdos tienen forma de fotografía; gracias a la multitud de imágenes que el mítico fotógrafo Alfonso nos dejó, también conocemos el Madrid de la primera mitad del siglo XX.

Era hijo de un empresario teatral y por circunstancias nació en Ciudad Real en 1880 pero pronto se trasladó a Madrid; se inició como aprendiz de fotografía en el estudio de Manuel Compañy, reputado retratista. En 1902 nacería su hijo Alfonso Sánchez Portela que también sería conocido como fotógrafo con la misma firma que su padre había comenzado a usar en 1904.

Alfonso padre publicó sus trabajos en los principales diarios de la época, como La Libertad y El Sol, llegando a dirigir la sección fotográfica de El Gráfico.

Como reportero retrató a políticos de la época como Moret, Canalejas, Maura, Lerroux, Dato, Vázquez de Mella o Pablo Iglesias. Allí donde había una noticia que cubrir estaba la cámara de Alfonso. También fue un excelente retratista: su foto, Mujer lavando en una tina en la buhardilla, ganó en 1904 el Primer Premio de la Exposición de Artistas Fotógrafos en Nueva York.

En 1918 abrió su estudio en la calle Fuencarral. Por allí pasó lo más granado de la sociedad de la época. Como retratista adquirió un gran prestigio tanto en sus fotografías en estudio como las realizadas en un ambiente más natural, algunos ejemplos son: Antonio Machado sumergido en el poliédrico marco cubista de los espejos de un café; Benito Pérez Galdós, ya casi ciego, escondido tras sus gafas oscuras y acariciando a su perro; Pío Baroja ensimismado en su batín; José Padilla componiendo o con su esposa Lydia Ferreira; Ramón María del Valle-Inclán en su diván mostrando los agujeros de las suelas de los zapatos o Federico García Lorca ligeramente movido y con el fondo único de una maceta con flores.

Los principales diarios: ABC, La Voz, La Libertad, Crónica, Ahora, El Heraldo, El Imparcial, Estampa, Mundo Gráfico… publicaron sus reportajes sobre sucesos, asesinatos, guerras, miseria, verdugos y víctimas.

En 1939 abrió con sus hijos un nuevo estudio en la Gran Vía, llamada por aquel entonces Av. de José Antonio, ya que el anterior fue destruido por un obús durante la Guerra Civil. Su hijo Alfonso, más conocido como Alfonsito, llegó a ser uno de los grandes reporteros gráficos de la República y la Guerra Civil.

Precursor de las agencias de prensa junto a sus hijos convirtió su nombre en marca. Bajo el sello “Alfonso” se llegaron a firmar 400.000 fotografías, generando mucha confusión desde entonces la autoría de sus imágenes. Al terminar la Guerra Civil tanto padre como hijo fueron depurados y se les retiró el carné de periodistas. Alfonso quedó relegado a bodas, bautizos y banquetes y, aunque con el tiempo consiguió rehabilitarse, el Alfonso reportero había desaparecido para siempre.

Las fotos de Alfonso retrataron 40 años de cambios y rostros que construyen la memoria visual de nuestro país. Su obra constituye un paseo por la Historia de España en imágenes; la mirada de quien siempre fue consciente de que su trabajo serviría de legado para el futuro.

En el estudio de Alfonso trabajaron también, además de su hijo Alfonso, sus otros hijos Luis y José. Este estudio cumplía además una función de museo. En 1992 el Ministerio de Cultura adquirió el archivo del «Estudio fotográfico Alfonso» que incluye más de cien mil negativos y que también incluye el trabajo de otros empleados del estudio.

De esta manera, cabe suponer, que llegaría la foto de Azorín al Casino de Monóvar. Ahora que sabemos que es una obra de arte, requiere que sea colocada en un lugar preeminente, máxime en este año que se conmemora el 150 aniversario de su nacimiento.

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